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INFORME FIEL - SITUACION GENERAL


Las economías de Estados Unidos y de América Latina están transitando el camino hacia la normalidad. En un año en que el ajuste fiscal del gobierno federal de Estados Unidos tendrá un impacto menor sobre la demanda que el observado en 2013 (0.5% del PIB comparado con 2% del PIB), y con una mejora paulatina en la situación del sector privado es posible que, más temprano que tarde, se normalice también la política monetaria. De hecho, los rendimientos de los bonos del Tesoro a plazos medios y lar-gos ya han aumentado entre 50 y 80 puntos básicos en el último año, lo que sugiere que parte del efecto contractivo ya ha sido descontado por los mercados.Además, los ingresos por hora de los trabajadores ameri-canos llevan varios meses con crecimientos interanuales positivos y la tasa de desempleo está cerca del 6.5%, valor de referencia que la Reserva Federal sugiere que marcaría el momento de reversión en su política expansiva. Es cierto que una parte de esa reducción se explica por una dismi-nución en la proporción de gente que busca trabajo, pero de todas maneras la economía americana volvería a una tasa anual de crecimiento cercana al 3%, consistente con su tendencia de largo plazo.En América Latina, luego del período de auge 2003-2007 con crecimiento cercano a 5% al año, se volvería en 2014 a un crecimiento de 3% anual similar al de años anteriores, confirmando que un factor determinante del “boom” fue-ron las condiciones externas excepcionalmente favorables. Aun excluyendo el desem-peño mediocre de Brasil, se observa un fenómeno pare-cido en otros países.La región enfrenta algunos desafíos externos por la desaceleración de la econo-mía de China y la perspecti-va de reducción en el precio de las commodities, más allá de algún rebote circunstancial en el precio de los granos. El problema es que los “funda-mentals” están peor que en 2007, cuando había margen para lidiar con los efectos de la crisis financiera internacio-nal. Estimaciones del BID para el promedio de los 7 países más grandes de la región muestran una situación fiscal que pasó de neutra en 2007 a un déficit de 3.5% del PIB en 2013 y cuentas externas que eran superavitarias en 1.6% del PIB hace siete años y que en 2013 mostraron un déficit de un monto similar. En otras palabras, un cambio del orden de 3.5% del PIB en ambas variables que sugiere alguna debili-dad en los flujos, a pesar de que no hay problemas serios por el tamaño de la deuda pública, ni excesiva dolarización de los pasivos del sector público o del sector privado. La Argentina es un caso especial de fragilidad aumentada por las políticas populistas de la última década. Sin em-bargo, el gobierno ha empezado a transitar un ajuste para acercarnos a una situación más normal. Algunos ejemplos son el acuerdo con Repsol por la parte del capital de YPF expropiado hace dos años, los pagos a otros demandantes que ganaron juicios en el CIADI y las conversaciones con el Club de París, que incluso podrían abrir la puerta para que el Fondo Monetario haga la revisión del Artículo IV, increí -blemente demorada por decisión del gobierno argentino.Esta normalización es bienvenida independientemente de que es poco probable que le permita al gobierno acceder a nuevo financiamiento externo durante lo que resta del año. Al menos la herencia que reciba el próximo gobierno será un poco menos pesada. En el mismo sentido, la depreciación del peso en cuotas con un salto a finales de enero era necesaria para reducir el atraso cambiario producido por una política fiscal y de ingresos demasiado expansivas. Pero aun suponiendo que el tipo de cambio acompaña desde marzo en adelante a la in-flación mensual sólo se lograría mantener el tipo de cambio real de comienzos de 2011 cuando las reservas eran mucho más holgadas y la situación fiscal era mejor. En ese contex-to, es poco probable que se produzca un salto exportador. Sin acceso a financiamiento externo a tasas razonables y sin margen para continuar utilizando reservas del Banco Central para otros motivos que el pago de deuda externa, la economía se encamina a “producir los dólares” por la vía de un receso que reduzca las importaciones. Esa recesión será más profunda cuanto menos se ayude al Banco Central en la tarea de estabilización. Si no se reduce el déficit fiscal, la autoridad monetaria se verá obligada a esterilizar una parte de la emisión aumentando las coloca-ciones de letras en las entidades financieras, presionando aún más la tasa de interés. Además, ello generará un défi-cit cuasifiscal creciente, que hoy es manejable porque se parte de un stock de letras del orden de 4% del PIB, pero que si se abusa del instrumento limitará el margen de ma-niobra del próximo gobierno.Peor aún, el necesario ajuste fiscal es poco pro-bable que, aún si se con-creta, pueda tener algún efecto expansivo por una mejora de la confianza. La retórica y las decisiones del pasado reciente adop-tadas por la actual gestión generan un margen de duda difícil de superar. La insistencia en el control de precios, a pesar de los continuos fracasos desde 2005 a la fecha para contener la inflación por ese medio, o las propuestas del oficialismo de endurecer las multas por supuestos desabas-tecimientos son sólo algunos ejemplos de factores que im-piden una mejora en la confianza. Paradojalmente, cuán-tas más decisiones o sugerencias se hagan para satisfacer al núcleo duro de adherentes al gobierno, más se complica el margen de maniobra de la administración nacional.En ese contexto, la economía parece condenada a una recesión con alta inflación tanto en 2014 como en 2015, aunque para el año próximo podría existir un efecto mo-derador generado por una entrada de capitales de aquellos que quieran adelantarse a una (supuesta) mejor gestión de la próxima administración. Este pronóstico supone que el gobierno podrá sortear con éxito algunas pruebas en los próximos meses. Por ejemplo, los aumentos salariales no deberían superar el 30% nomi-nal, el Banco Central debería ganar algunas reservas du-rante el segundo trimestre y se debería avanzar en recortar los subsidios a la energía, que aumentaron por efecto de la devaluación del peso. Recesión con alta inflación es un triste final para lo que pom-posamente se llamó la década ganada. Debería ser también un llamado a la reflexión de quienes apoyaron las decisiones populistas, sea desde el gobierno o desde la oposición.

“ ...la economía se encamina a ‘producir los dólares’ por la vía de un receso que reduzca las importaciones.”