El mejor
tratamiento para las enfermedades, y en particular la hipertensión arterial, es
llevar a cabo un correcto plan alimentario. Sin embargo, esta
opción se presenta como una de las variables que genera más resistencia en los
pacientes. La mayoría cree, de manera equivocada, que son dietas difíciles de
realizar y que no existen en el mercado alimentos complementarios.
Los alimentos procesados y la sal de mesa común son las
principales fuentes del exceso en la ingesta de sodio y, por lo tanto, del
desarrollo de afecciones cardíacas.
En aproximadamente 40 % de la población, sean o no
pacientes hipertensos arteriales, y especialmente en individuos de edad
avanzada, la sobrecarga alimentaria de
sodio genera una respuesta hormonal anormal, y se los denomina “sal sensibles”.
Las investigaciones han corroborado que por cada 6 gramos que se incrementa
el consumo de sal de mesa durante 24 horas aumenta de manera significativa la
presión arterial. En contrapartida, la disminución de su ingesta en solo 3 gramos produce el efecto
contrario. De esta manera, la incidencia
de infartos cerebrales se lograría disminuir en un 26% y las enfermedades
coronarias en un 15%.
Entonces una dieta
racional debería contener no más de 2 grs de sodio ó 5 grs de sal de mesa, y
con ello, el equilibrio corporal se podría mantener perfectamente.
Sin embargo, se puede estimar que el consumo diario
promedio de sal de mesa en la población oscilaría entre 8 grs hasta 15 grs.
Diversos estudios develan que entre el 25 % y el 50 % del
consumo de sodio en la dieta de los países occidentales proviene del uso
discrecional de sal de mesa en la cocción de los alimentos o el agregado de sal
en la mesa a los productos ya elaborados y servidos para su consumo.
El contenido de sal en los alimentos naturales sería no
mayor al 10 % de lo que se consume diariamente, por lo que la cantidad restante,
entre un 40 % y un 65% provendría de la adición de sodio en la manufacturación
de los alimentos como conservantes de los mismos.
Las dietas con bajos niveles de sodio constituyen una
restricción muy tolerable que se puede alcanzar con la sola limitación del
consumo de productos panificados, reduciendo el empleo de sal de mesa
común o reemplazándola por sustitutos
con bajo contenido de sodio o aun sin sodio, así como evitando el consumo de
alimentos manufacturados, exceptuando las frutas envasadas en almíbar, y otros
productos cuyo contenido de sodio sea conocido o esté declarado en el envase.
Así, una recomendación general es que se lean las
etiquetas de los productos envasados expuestos en la góndola previamente a su
compra.
Según estadísticas de la Organización Mundial
de la Salud en nuestro país el 80 % de las causas de muertes son las
denominadas enfermedades crónicas no transmisibles, siendo más del 60 % de
ellas de origen cardiovascular, y el 90 % de los casos la hipertensión arterial
está involucrada.
Asimismo, estudios
del Ministerio de Salud de la Nación explican que la disminución de 3 gr de la ingesta diaria de sal por
persona, es decir llevar el promedio estimado de 12 gramos a 9 gramos , evitaría en
nuestro país cerca de 6.000 muertes por enfermedad cardiovascular y ataques
cerebrales, y aproximadamente 60.000 eventos cada año.
En conclusión, una dieta con bajo contenido en sodio no es
sólo beneficiosa para los pacientes enfermos, sino también para aquellas
personas sanas que deseen continuar siéndolo.
*Ex Presidente de la Sociedad Argentina
de Hipertensión Arterial
*Director
del Centro de Investigaciones Cardiovasculares del Sanatorio Británico -
Rosario