En noviembre de 2012, Cristina Fernández de Kirchner no puede movilizar ni la mitad de argentinos que salieron a las calles de los centros urbanos más importantes del país a cuestionar a la Administración, a rechazar su proyecto de reforma de la Constitución Nacional y a impedir cualquier intento de permanecer en el poder. Cristina tiene fecha de vencimiento: 2015.
por EDGAR MAINHARD
Que quede registrado en la memoria colectiva, que quede sellado en las retinas de todos, propios y ajenos: en la noche del 08/11/2012 ocurrió en la Argentina la mayor movilización de alcance nacional en la historia de la democracia participativa. Un millón de personas en Ciudad de Buenos Aires (excelente movilización al Obelisco porteño pero impresionantes las de los barrios de Belgrano y Caballito, por ejemplo), y por lo menos 500.000 en el resto del país: un millón y medio de personas en el territorio argentino.
En su impotencia, el oficialismo intentará, tal como es su costumbre, menguar las cifras, en especial la que concurrió al Obelisco porteño pero los ciudadanos ya no precisan que alguien les explique lo que ellos vivieron.
Radiante noche épica la del 8-N, que desliza una conclusión: el gobierno populista de Cristina Fernández de Kirchner ha perdido el control de la calle y un gobierno populista que pierde el control de la calle, rueda cuesta abajo.
Así, el rechazo a la reforma de la Constitución Nacional y el repudio al deseo reelectoral de Cristina lograron un formidable baño de masas que deslumbra cuando se lo contrasta con los grupos clientelares que moviliza el Frente para la Victoria, aprovechándose de las necesidades de esos marginados, no todos compatriotas. Y es importante recordarlo para apreciar el poder propio de esa marea humana que salió a la calle para repudiar a la Administración Cristina.
Fue emocionante corroborar la vigencia de una pacífica pero firme convicción participativa de tantos ciudadanos. La militancia no comenzó con los Kirchner. Por el contrario: ellos, al igual que Carlos Menem, Eduardo Duhalde y otros, han corrompido la militancia, convirtiéndola en una cuestión de dinero a cambio concurrir a 'hacer número'. Esa banalización de la voluntad popular es parte del desencanto que provocan las formas de la democracia participativa, cuya esencia pretenden recuperar los ciudadanos del 8N.
El jueves 13S, Urgente24 afirmó que era un evento "de ruptura entre el ayer y el mañana, hechos excepcionales que modifican la agenda colectiva de los ciudadanos". Desde Página/12, horas después, un columnista cuestionó esa apreciación. Torpe columnista, y además desinformado: esa noche, los ciudadanos perdieron el miedo, y cuando ocurre esa liberación, pueden ocurrir eventos extraordinarios. Por ejemplo, el 8N, que había comenzado a gestarse con pasión.
Por supuesto que esto no concluye aquí. Los ciudadanos quieren ir por más. Diciembre será un mes muy especial por la necesidad de defender la libertad de expresión, que no significa cuidar por los intereses de Grupo Clarín sino dejarle en claro a la Presidente cuáles son los límites posibles para su obsesión con la ridícula Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que parió su esbirro hoy devaluado Juan Gabriel Mariotto y aprobó un Legislativo irresponsable.
Porque esto es lo que viene: salir a las calles cada vez que la agenda de Cristina amenace las expectativas de los ciudadanos. Presionar. Limitar. Exigir. La Presidente de la Nación es libre de ignorar y de no escuchar el reclamo. Pero tendrá que hacerlo sabiendo que con su actitud de desprecio solamente provoca el enojo, el malhumor y el desaliento de los ciudadanos que no necesitan de un partido político para expresar su malestar. Pueden valerse de ese formidable poder que acaban de descubrir, el de las coincidencias colectivas. No estuvo en las teorías del pasado. No lo enseñó nadie. No lo han investigado los licenciados en Ciencias Políticas. Es un cambio que está ocurriendo, y bienvenido el cambio. Si ellos tuvieran un referente partidario se estaría planteando el desplazamiento de la Presidente. Precisamente no es destituyente porque no se propone un personaje de reemplazo sino un freno a la Presidente.
Así será en los 10 días iniciales de diciembre, probablemente. Pero no tiene sentido, por ahora, anticipar mucho más. Que siga el diputado nacional Andrés Larroque haciendo consultas para el desplazamiento de gente hacia la Ciudad de Buenos Aires. No tiene ni idea la sorpresa que puede llevarse el córvido que alguna vez fue joven.
En el oficialismo
¿Cómo sigue gobernando un populismo que ya no puede demostrar que el popular? El enigma carece de respuesta conocida. Cristina tendrá que encontrar la respuesta.
¿Cómo ella sigue sosteniendo el discurso del 54,11% de los votos cuando no puede expresarlo en público? Problema de la líder que ya no es carismática.
La realidad del 8N es que hay un punto de encuentro entre quienes no votaron por Cristina y muchos de quienes sí la votaron pero se dicen desencantados.
Solamente esa coincidencia puede explicar el universo volcado a las calles. Cristina sigue invocando un 54,11% que no existe, que no supo conservar, que no entendió que era volátil, que se le evaporó, que se le escapó entre los dedos.