Vale la pena escuchar a Moody's Investors Service. La agencia calificadora de riesgo crediticio puede haber perdido su credibilidad respecto a firmas subprime, pero su sobria visión sobre las finanzas estadounidenses es acertada, aunque algo obvia.
Es una pena que el señor Mercado aún esté de juerga, especialmente con la Reserva Federal lista para servir más tragos. Pero la aparente complacencia del mercado no debería llevar a las autoridades monetarias a un falso sentido de seguridad.
Moody's dijo el martes que el Tío Sam podría perder su una vez preciada corona triple-A si las autoridades no logran contener la deuda del país relativa al PIB a mediano plazo. Los mercados ignoraron mayormente la declaración. Después de todo, Standard & Poor's ya había despojado al Gobierno de su máxima calificación el año pasado con pocas consecuencias duraderas.
Los precios de los bonos del Tesoro subieron después de la reducción de la calificación de parte de S&P y las acciones, aunque aún golpeadas por el impacto inicial, han subido casi un 30 por ciento desde aquellos días oscuros en agosto del 2011. Al parecer, las calificaciones no importan. Pero el mensaje sí debería importar.
Estados Unidos aún no ordena su casa fiscal, pese a que el año pasado casi alcanzó su techo de deuda. El mensaje de Moody's no es radical ni particularmente duro. Estados Unidos simplemente necesita cambiar la trayectoria a largo plazo a su deuda relativa al PIB. El Gobierno, en otras palabras, necesita encontrar un plan, algo que no han logrado hacer los legisladores gracias a la inflexibilidad ideológica sobre tasas y títulos.
Desafortunadamente, los mercados no están presionando a los políticos para que sean más pragmáticos. Eso es en parte porque la Fed ha anestesiado a otroras vigilantes de bonos. Otra dosis de alivio cuantitativo debería mantener sedadas las tasas de interés. Eso está permitiendo al Gobierno, pese a su disfunción, a tomar prestados fondos a tasas menores a la inflación. Los rendimientos sobre bonos del Tesoro con vencimiento a cinco años o menos están a menos de un 1 por ciento. Las tasas a 10 años son la mitad de lo que eran hace 10 años.
Y las acciones están bien, gracias a la postura del presidente de la Fed, Ben Bernanke, de hacer lo que sea necesario. Incluso el dólar se está manteniendo. Pero como han descubierto dolorosamente Grecia, España y otros, los inversores complacientes pueden entrar en pánico rápidamente.
Moody's y otras agencias de calificación crediticia han hecho sonar las alarmas. Los políticos deberían escucharlas.
Moody's dijo el martes que el Tío Sam podría perder su una vez preciada corona triple-A si las autoridades no logran contener la deuda del país relativa al PIB a mediano plazo. Los mercados ignoraron mayormente la declaración. Después de todo, Standard & Poor's ya había despojado al Gobierno de su máxima calificación el año pasado con pocas consecuencias duraderas.
Los precios de los bonos del Tesoro subieron después de la reducción de la calificación de parte de S&P y las acciones, aunque aún golpeadas por el impacto inicial, han subido casi un 30 por ciento desde aquellos días oscuros en agosto del 2011. Al parecer, las calificaciones no importan. Pero el mensaje sí debería importar.
Estados Unidos aún no ordena su casa fiscal, pese a que el año pasado casi alcanzó su techo de deuda. El mensaje de Moody's no es radical ni particularmente duro. Estados Unidos simplemente necesita cambiar la trayectoria a largo plazo a su deuda relativa al PIB. El Gobierno, en otras palabras, necesita encontrar un plan, algo que no han logrado hacer los legisladores gracias a la inflexibilidad ideológica sobre tasas y títulos.
Desafortunadamente, los mercados no están presionando a los políticos para que sean más pragmáticos. Eso es en parte porque la Fed ha anestesiado a otroras vigilantes de bonos. Otra dosis de alivio cuantitativo debería mantener sedadas las tasas de interés. Eso está permitiendo al Gobierno, pese a su disfunción, a tomar prestados fondos a tasas menores a la inflación. Los rendimientos sobre bonos del Tesoro con vencimiento a cinco años o menos están a menos de un 1 por ciento. Las tasas a 10 años son la mitad de lo que eran hace 10 años.
Y las acciones están bien, gracias a la postura del presidente de la Fed, Ben Bernanke, de hacer lo que sea necesario. Incluso el dólar se está manteniendo. Pero como han descubierto dolorosamente Grecia, España y otros, los inversores complacientes pueden entrar en pánico rápidamente.
Moody's y otras agencias de calificación crediticia han hecho sonar las alarmas. Los políticos deberían escucharlas.