¿Bulls versus bears? Los mercados en las manos de un virus (y el put de la Fed)

Wall Street ya no puede lavarse las manos como poncio pilato. Hay que velar porque la iliquidez no derive en accidentes de crédito que sean un destrozo irreparable.


De los récords en serie a una corrección en serio mediaron siete ruedas, nefastas como las siete plagas de Egipto. El derrotero fue una caída vertical, a plomo, distante 12,7% de los máximos. ¿Es el final abrupto del mercado bull nacido en marzo de 2009? ¿Volvieron los osos? Es el imperio del coronavirus, todavía tierra de nadie. China contuvo la infección (o eso indican sus números, según la OMS) pero el mundo se contagió. ¿Pandemia? Quizás la palabra esté prohibida en el léxico oficial para evitar el pánico, pero la emergencia internacional es de altísimo riesgo. Y cada vez las balas impactan más cerca. Ya se detectan más casos fuera de China que adentro (en una relación tres a uno, en el último informe diario). Nos estremece además una cercanía cultural. No es fácil ubicar en un mapa a Wuhan, la capital original de la peste. ¿Quién no conoce Milán?
Wall Street ya no puede lavarse las manos como Poncio Pilato, la preocupación (tardía) la atravesó a fondo como una puñalada a traición. En apenas una semana, de viernes a viernes, Italia pasó de 5 casos y ningún deceso a 888 con 21 muertes. Y se acaba de anunciar el primer episodio fatal en EE.UU. Decir que la gripe convencional mata cada año entre 290 mil y 650 mil personas en el mundo, y que el coronavirus desde diciembre se apresta a cruzar la vara de las 3 mil, no despeja ningún nubarrón. No es así -siguiendo una regla de tres simple- como se comporta la psicología de masas ni la del inversor. Que descansen en paz todos los infortunados pero no se paralizan las ciudades y las fábricas, ni se arruinan los balances, para mitigar la primera; y no hay revulsivo mayor que el segundo en la agenda internacional. Que lo diga Wall Street que nunca antes había sucumbido a una corrección del 10% en un raid de sólo seis ruedas. O el presidente Trump, quien también pasó de la negación a un rol de combate (mientras mira de reojo a Bernie Sanders, ese otro virus rampante que diezma las primarias de los demócratas).
¿Qué se puede hacer? El virus es ingobernable. Pero se puede domar la histeria. ¿Qué derrumbó a Wall Street? ¿Un microbio o los nervios? Fuera el uno o los otros, la punción recayó sobre excesos de valuación. ¿Una China semiparalizada está adecuadamente cargada en los precios?, era la pregunta aquí la semana pasada. La evidencia anecdótica presagiaba un tremendo impacto. El informe PMI de febrero, recién salido del horno, acercó la precisión: la actividad se hundió más que en cualquier momento de la gran crisis financiera de 2008-2009. ¿Vamos entonces a una réplica de la gran recesión? ¿Y a un mercado bear semejante? Hay que ser cuidadoso con la comparación: una gripe serrucha los ingresos corrientes pero no debería dañar la renta permanente (si uno sobrevive y recupera la salud). Sí es menester no quedarse de brazos cruzados: atemperar el contagio, atender las penurias del momento, velar porque la iliquidez no derive en accidentes de crédito que sean, ellos sí, un destrozo irreparable. China, en los hechos, marcha un paso adelante. La epidemia cede y levanta poco a poco las restricciones, regresa al trabajo. ¿Y cómo procede su recuperación? Lenta, casi imperceptible, lejos de tomar la forma de una ve corta que adorarían los mercados. Después del acantilado, dibuja más una meseta que un rebote alentador. No nos sacará del pozo anímico.
Queda el put de la Fed, la baja de tasas ad hoc, como nos lo recordó el viernes a la tarde, Jerome Powell. Una intervención coordinada de los bancos centrales de todo el mundo, vaticinó el ex gobernador Kevin Warsh, para el fin de semana que pasó. ¿Ocurrió este domingo? ¿O hubo temple para dejar que los mercados masticasen primero las malas noticias de Beijing (y las que sume el parte médico)? En definitiva, se hará lo que haga falta -un “whatever it takes” a la Mario Draghi- y se sumará la política fiscal. Hong KongMacao y Singapur ya reparten dinero a sus ciudadanos. El presidente Trump quiere una rebaja de impuestos extra. No domina el Congreso, pero se le hará difícil a los demócratas rechazar el convite en un año electoral. ¿Alcanzará para evitar el mercado bear? Habrá que convencer a los inversores más tercos -los algoritmos y los robots- y hacerlo contra reloj. Se necesita un frenado ultrarrápido.


ambito