Donald Trump logró lo que Jair Bolsonaro y Alberto Fernández no podían por sí solos: acordar el futuro común e indivisible del Mercosur. Justo cuando todo trastabillaba, el castigo de Trump fue una bendición por quienes apuestan por el Mercosur. Por lo demás, la 55a. Cumbre de Jefes de Estados del Mercosur y Estados Asociados, en el hotel Spa do Vinho, en Río Grande del Sur, ha hecho notar la transitoriedad y vacío de la mayoría de las sillas presidenciales. La lista de ausentes está compuesta por el exiliado boliviano Evo Morales, el internamente asediado chileno Sebastián Pineda, el suspendido venezolano Nicolás Maduro y el uruguayo Tabaré Vázquez en pleno síndrome de abstinencia del poder. Sí pudo presentarse, aunque en nostálgica despedida del grupo, Mauricio Macri, a quien el dueño de casa, Jair Bolsonaro, extrañará porque lo consideraba su socio político en la región. Así, finalmente, el anfitrión y el paraguayo Mario Abdo Benítez, quien asumirá el año que viene la presidencia pro tempore del Mercosur, terminaron siendo los únicos con tiempo por delante para firmar decisiones en torno de la agenda regional futura. Ergo, deberá esperarse hasta la próxima reunión, prevista en Itaipú, a que se integren los 2 nuevos jugadores de ambas márgenes del Río de la Plata: Alberto Fernández y Luis Lacalle Pou, quienes si algo no tienen a flor de labios es el “Sí, Míster Donald” que pretendía imponer Itamaraty en el broche del año.
El tuit del presidente de USA, Donald Trump, que anunció el castigo a las exportaciones de acero y aluminio desde Argentina y Brasil hacia su país pudo más que los ingentes esfuerzos del lobby que se mueve en torno de la embajada de USA que intentaba convencer al presidente electo, Alberto Fernández, de aflojar la inquina personal que se profesan con el mandatario brasileño, Jair Bolsonaro, y alinear una mejor relación entre las 2 mayores economías sudamericanas a los intereses estadounidenses.
Es que aún en su condición de líder de la máxima potencia occidental del planeta, el presidente de USA, Donald Trump, ratificó que tabica puertas adentro su visión de las relaciones “tete a tete” con el resto de las naciones, sin reparar en simpatías ni amistades con quienes están al frente de los gobiernos colegas.
Mauricio Macri lo sufrió en el propio pellejo cuando, sin reparar en los abiertos diálogos telefónicos que mantenían, Trump no dudó en sancionar al complejo sojero nacional prohibiéndole vender biocombustibles en su territorio, lo que significó resignar un negocio de US$1.200 millones al año.
Tanto para esta represalia, como para la reciente que vuelve a involucrar la protección de las industrias básicas de su país, la justificación fue similar: que contrarrestaban medidas cambiarias (devaluaciones) y arancelarias (desgravaciones a exportadores) adoptadas en esta parte del mundo, las cuales no sólo le resultaban perjudiciales para la balanza comercial del intercambio, sino también afectaba a sus farmers (agricultores).
Ya el 9 de marzo de 2018 el gobierno de USA había interpuesto barreras al acero y aluminio nacionales que terminaron en un cupo de de 180.000 toneladas libre de gravamen.
Amor con barreras
El fuego amigo estadounidense pegó de lleno en ambos mercados que en 2018 nos reportaron US$ 700 millones pese a las restricciones comerciales impuestas y lleva más de US$ 520 millones en 2019.
Los gravámenes ahora establecidos por USA del 25% para el acero y de 10% para el aluminio descolocaron el proceso de apertura económica encarado por la Administración Bolsonaro, expresado en un horizonte arancelario que pretende desmarcarse de los compromisos aduaneros del Mercosur y alinearse con la competitividad americana, primero, y europea luego.
El mandatario brasileño, que ha tenido gestos hacia Trump como cuando facilitó las ventas de trigo americano a su país, siendo que su principal abastecedor era Argentina, intentará persuadirlo para que revea la medida que afecta a esta parte de la región como a Asia, pero de todos modos concurrirá a la cumbre presidencial del Mercosur, en el hotel Spa do Vinho en Río Grande del Sur, con una actitud menos agresiva para con el subbloque regional, y se cuidará de repetir sornas como "MWM, fábrica de motores americanos; Honda, gigante de automóviles, y L'Óreal, anunciaron el cierre de sus fábricas en Argentina e instalación en Brasil", que publicó y después se vio obligado a eliminar.
En la ocasión despedirá a su principal aliado político continental, Mauricio Macri, quien no deja de estarle agradecido, porque Brasil explicaría aproximadamente el 30% de la mejora del superávit comercial total de Argentina que se encamina a los US$15.000 millones en todo 2019.
El saldo positivo con Brasil fue de US$821 millones en los primeros 11 meses del 2019, cuando a la misma altura de 2018 era deficitario en nada menos que US$ 4.324 millones.
Pero si Macri entrega un comercio exterior superavitario ha sido más por defecto de las importaciones debido a la recesión, que por excesos de una exportación que se ha ido concentrando tanto en mercaderías como en destinos.
Repitió en octubre un superávit comercial récord similar al de septiembre, que en números mensuales no se veía desde mediados de 2010.
De modo que en 10 meses acumula un saldo a favor de US$11,265 millones, que contrastan con el déficit de US$6,107 millones de igual lapso de 2018. Es decir que hubo una transferencia de US$17,372 millones entre el platillo rojo y el azul de la balanza.
En ese número brillan las ausencias. Como la maquinaria que no se importó al haberse concentrado las inversiones en la especulación financiera antes que en la producción.
La industria automotriz, que trae de afuera más del 60% de los componentes de los vehículos, contribuyó al ahorro de divisas al fabricar un tercio menos que el año pasado ya que apenas se superarán las 300 mil unidades, de acuerdo con el último parte de ADEFA.
El peso en los términos del intercambio bilateral con Brasil que tiene la ahora diezmada integración automotriz explica el superávit para Argentina de US$1.000 millones que se estima para todo este año, dato que más allá de quién ocupe la silla de Rivadavia en la Casa Rosada significa un gol en contra para Bolsonaro.
El botón de la muestra lo representaría la comparación que hace la consultora Abeceb del acumulado de los primeros 11 meses del año respecto de igual período de 2018: Argentina lleva importado desde Brasil US$ 8.826 millones, lo cual significa una caída interanual de -38.8%, contra los US$ 14.410 millones precedentes.
Los autos de pasajeros están entre los sectores que registran mayores caídas, seguidos por insumos del ramo, como mineral de hierro, hierro laminado plano/acero, junto a autopartes y vehículos de carga.
Hubo, asimismo, muchos menos embarques de insecticidas, herbicidas, partes de calzado, motocicletas, jabones y preparaciones de limpieza, alambres, cables y conductores eléctricos, según los datos del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior de Brasil (MDIC).
En rigor, de no haber sido por la merma importadora, otros habrían sido los resultados del intercambio, ya que las exportaciones en estos 11 meses sumaron US$ 8.793 millones, cuando en idéntico lapso del año pasado se había facturado al exterior por US$ 9.647 millones, una baja del -4,4%.
La designación del ex candidato presidencial Daniel Scioli al frente de la embajada argentina en Brasil eleva de rango el futuro de la relación bilateral, por encima del Mercosur.
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