Nuestra amiga a la hora de operar

Las correlaciones representan una ayuda a la hora de operar y entender hacia dónde puede ir el mercado. En esta nota te contamos de qué se tratan.
Ante un evento importante en nuestras vidas, muchos de nosotros solemos adoptar una serie de cábalas con la esperanza de inclinar el destino del universo hacia nuestro favor.

Desde levantarnos con el pie derecho hasta ponernos ciertas prendas de vestir que alguna vez nos trajeron suerte. Incorporamos ciertos hábitos o prácticas pensando en que gracias a ello, logramos torcer el futuro hacia lo que anhelamos.

En un principio las cábalas suelen “corroborarse” pero luego se caen al no haber un vínculo real entre ellas y lo que queremos que pase.

Durante las Eliminatorias y el Mundial 2014, mis amigos y yo nos juntamos a ver los partidos de la Selección en la casa de Camilo. Teníamos la cábala de cuantos más amigos nos reuniéramos, más goles metía el equipo de Sabella.

Fuimos siete, ocho y nueve amigos cuando Argentina goleó a Ecuador, Uruguay y Paraguay. En el Mundial de Brasil sólo nos juntamos tres de nosotros contra Irán y Bélgica, y la Selección ganó ajustadamente. Luego volvimos a ser pocos para la semifinal con Holanda, en la que fue una victoria épica y sufrida.

A esa altura, después de acumular una racha importante de triunfos -algunos con goleadas- estábamos casi convencidos de la efectividad de nuestra cábala. Cuantos más amigos estuviéramos detrás de la TV viendo los partidos en la casa de Camilo más goles metía la Selección.

Confiados en nuestro valioso aporte, fuimos diez a lo de Camilo para la final contra Alemania. Pero, esta vez, la cábala no pudo contra las malas punterías de Higuaín, Messi y Palacio ni contra la pirueta del gol de Göetze. Este año, quisimos repetir la cábala contra Islandia y Francia, pero no hubo caso. La cábala había dejado de funcionar.

Si lo pensamos racionalmente, la cábala se iba a caer tarde o temprano. La relación entre la cantidad de amigos reunidos y los goles de la Selección no tenía otro fundamento más que una mágica casualidad.

Distintos son los casos en los que sí existe un vínculo real entre un hecho y su efecto.

Por ejemplo, si tomamos la cantidad de horas que estudiamos y la comparamos con las notas que sacamos en nuestros exámenes, vemos que generalmente mientras más horas estudiemos mejores son nuestras calificaciones. Hay una relación muy estrecha entre las horas de estudio y cómo nos va en los exámenes. Mientras más tiempo le dediquemos a los libros, hay más chances de que se incorporen y se fijen los conocimientos que después son requeridos en las pruebas.

Sólo en este segundo caso, hay una relación de causa y efecto entre los eventos. En el caso de las cábalas y su “efecto deseado” sólo vemos dos hechos que suceden en simultáneo por un número finito de veces hasta que la cábala se cae.

Pero, en ambos casos observamos lo que estadísticamente se conocen como correlaciones. Esto es, el vínculo entre dos variables: cómo reacciona una ante las variaciones de la otra sin que ello implique que una determina otra.

Precisamente de las correlaciones nos ocuparemos en esta nota. 
Una amiga en la que confiar
Las correlaciones representan una ayuda a la hora de operar y entender hacia dónde puede ir el mercado. Varían con el paso del tiempo. Por momentos dos activos pueden estar estrecha y fuertemente relacionados, y por otros momentos, ese vínculo se diluye.

Las correlaciones nos ofrecen una red de conexiones que nos permiten conjeturar la dirección de acciones, bonos, monedas y commodities a partir del impulso inicial de una medida de política económica relevante.

Por ejemplo, el recorte de impuestos a personas y empresas que residen en Estados Unidos implica que el gobierno de Trump va a necesitar más fondos para financiar su déficit. Se calcula que en los próximos diez años va a necesitar un billón de dólares más. Para atraer esos fondos debe ofrecer a los inversores bonos del Tesoro estadounidense con rendimientos más altos.

Muchos inversores abandonan parte de sus inversiones en activos de otros países. Cambian las monedas locales por dólares para adquirir los más atractivos T-Bills y T-Bonds, y eso provoca devaluaciones en muchos países.

Esto lo venimos viendo en los últimos meses.

Entonces, una medida económica que genera la suba del rendimiento de los bonos estadounidenses afecta las monedas de todos los países del mundo.

Estadísticamente hablando hay una correlación positiva entre la suba de la tasa de los bonos de EEUU y el dólar. Y a la vez, una correlación altamente negativa de las tasas y dólar norteamericanos con las monedas del resto de los países.

Al mismo tiempo, las tasas de los títulos norteamericanos se correlacionan negativamente con el precio del oro. Esto es porque tanto los bonos como el metal precioso representan activos de refugio de los inversores. Y, ante una suba del rendimiento de los T-bonds, los inversores se inclinan por los papeles norteamericanos en su búsqueda de un activo de cobertura. Y se resienten la demanda y, por ende, el precio del oro.

La baja del precio del metal precioso lo sufren particularmente Australia, Rusia y Cánada, tres de los mayores productores de oro del mundo. Menos ingresos por la exportación del metal aportan menos divisas a sus economías afectando las monedas locales de cada país.

En la Argentina vemos una correlación positiva entre el Merval y el dólar cuando el tipo de cambio sube lentamente, por debajo de la inflación. Y una correlación fuertemente inversa cuando se producen las corridas cambiarias, como vimos entre abril y junio.

A no confundir correlación con causalidad
Recuerdo que allá por 2016 veía que había una correlación negativa entre el Bitcoin y el índice de acciones S&P 500. Es decir que cuando la criptomoneda subía (bajaba), las acciones de EEUU generalmente bajaban (subían).

Y me preguntaba, ¿por qué sucede esto?

Evidentemente no había razón alguna que justificara esos movimientos simultáneos. Con el paso del tiempo esa correlación cambió. De hecho, hoy es positiva. De cualquier modo, sigue sin haber una causa que justifique la dirección de sus valores.

Hasta la semana que viene,

Bruno Perinelli

Para CONTRAECONOMÍA