Después de años de ajustar tarifas de servicios públicos, seguimos discutiendo lo mismo. ¿Hay que subirlas? ¿Las congelamos?
Obviamente, quienes nos llevan a la ridícula discusión acerca de las tarifas son los fanáticos de los controles de precios. Es decir, el kirchnerismo. Pero la diferencia es que esta vez arrastraron a algunos “bienpensantes” y claramente poco formados en economía representantes de la alianza de la que forma parte Cambiemos.
SI bien ni Elisa Carrió ni los radicales quieren congelar tarifas o retrotraer los precios del agua, la luz y el transporte, sí es cierto que todo lo que está pasando les parece muy poco gradual y que “así no se puede seguir”.
No entiendo realmente cómo el tema no se gasta. Pero ya que se insiste con hacer demagogia con lo mismo de siempre, voy a tratar de explicar brevemente qué pasó con las tarifas y porque sí hay que ajustarlas.
Ahora lo más importante, que es lo que voy a hacer al final, es contarte a dónde va la plata que el gobierno se ahorra cuando deja de subsidiar los servicios públicos.
Esa fue, de hecho, la pregunta que Nancy Pazos hizo en Intratables hace algunos días y que nadie le supo responder.
Tarifas regaladas
Lo primero que tenemos que saber es que las tarifas –especialmente en la zona metropolitana de Buenos Aires- están muy baratas. ¿Cómo sabemos esto? En primer lugar, porque Edenor divulgó recientemente los datos de sus clientes. Un total de 2.000.000 de clientes de esta compañía pagan, en promedio, $ 446.
Cuatrocientos cuarenta y seis pesos…
Es decir que el kirchnerismo te dice que “la gente no da más” porque tiene que pagar $ 446, cuando de Celular no paga menos de $ 300, el abono del fútbol cuesta lo mismo y una pizza grande en cualquier lugar de la ciudad no debe estar por debajo de $ 150.
Es decir, la tarifa promedio de luz, con toda la furia, son 3 pizzas.
Es razonable, una vez que se entiende este número, que a la tan difundida “Marcha de las Velas” no haya ido nadie de manera espontánea, y que hubiera que llenarla con colectivos naranjas pagados por los sindicatos y otras organizaciones tipo piqueteros.
¿Por qué, además, sabemos que las tarifas estaban re-contra baratas y hoy siguen estando bajas?
Por el gráfico que te muestro a continuación.
Gráfico 1. Factura residencial promedio sobre el ingreso familiar promedio por quintil (en porcentaje del ingreso per cápita del hogar)
Fuente: Datos Oficiales en base a Edenor y GasBan
Lo que vemos arriba es que una familia promedio destinaba el 4,4% de su ingreso a pagar la luz y el gas en el año 2000 (una familia pobre destinaba 8,2% de su ingreso). En 2015, ese dato cayó a 0,7%. Es decir, de $ 100 que ingresaban, 70 centavos se dedicaban a pagar las facturas de luz y gas. ¡¡SETENTA CENTAVOS!!
En el año 2017 ese número se fue a 2% (2,9% en el caso de una familia pobre, pero 1,5% considerando que muchas acceden a “tarifa social”).
El monto destinado al pago de los servicios, es claro, se duplicó o triplicó en dos años, pero vamos, ¡había caído un 84% antes!
Quebraron el sistema energético
¿Cómo pasó lo anterior? Por qué si gastábamos $4,4 por cada $ 100 de ingreso familiar, pasamos a gastar solo $ 0,7.
No es raro que algo así pase en una economía capitalista. El progreso y la productividad hacen que determinados bienes sean más baratos con el tiempo… Pero nada de eso ocurrió en Argentina.
Lo que pasó, en cambio, fue que el gobierno acudió a la inflación y al control de precios.
Entre el año 2000 y el 2015, la inflación fue 1400%, mientras que las tarifas subieron 30%.
Esto quiere decir que, en términos reales, el precio de la energía cayó 91,3%.
Ahora bien: si el precio de un bien cae en forma tan brutal, ¿qué pasa con los incentivos a producirlo? Claramente, se extinguen. Eso fue, exactamente, lo que pasó en el país. Los incentivos a producir energía se desplomaron, y las empresas o iban a la quiebra o sobrevivían gracias a los subsidios.
Una muestra de la quiebra del sector energético es la producción de petróleo. Con controles de precios para divorciar el precio interno del internacional, y con precios máximos para los productos derivados del mismo (energía eléctrica y gas), la producción se desplomó, al mismo tiempo que el barril de petróleo se cuadruplicaba de precio en el mundo.
Gráfico 2. Producción de petróleo en Argentina (metros cúbicos) y precio internacional.
Fuente: El Diario del Lunes en base a Secretaría de Energía y Fed.
Que esto suceda es único en el mundo. Cuando el precio de algo sube, su producción también lo hace. Salvo en Argentina, producto de los controles, que arruinaron al sector.
Obviamente, otro dato que refleja el deterioro es el gran crecimiento de los cortes de luz en la zona metropolitana, y el racionamiento de gas para las empresas, durante el invierno.
¿Dónde está la plata?
De lo anterior se deriva una cosa: si la política de precios del gobierno respecto de la energía era tan nefasta, el resultado inevitable era el cierre de las empresas energéticas.
Ese devenir, sin embargo, fue evitado gracias a la suculenta cantidad de subsidios que se dispendiaron a las empresas. El intervencionismo siempre, sin excepciones, lleva a más intervencionismo.
Gráfico 3. Subsidios económicos y energéticos como % del PBI.
Fuente: El Diario del Lunes en base a ASAP e INDEC
La pelota de subsidios acumuló entre 2006 y 2015, unos USD 126.000 millones. Esto, obviamente, presionó sobre las cuentas públicas. Y como el gobierno no tenía suficientes ingresos para bancar el gasto, terminamos con déficit fiscal, inflación y crisis en la balanza de pagos.
Para detener esto es que el nuevo gobierno decidió subir las tarifas. La idea básica es que las empresas puedan volver a ser medianamente viables cobrando precios más altos, y que la necesidad de subsidiar se reduzca. En efecto, eso fue lo que sucedió.
Gráfico 4. Subsidios económicos en millones de pesos.
Fuente: El Diario del Lunes en base a ASAP
Como se ve en el gráfico, el gasto en subsidios pasó de $ 250.000 millones en 2015 a $ 210.000 millones en 2017, pero con una inflación que fue de 40% en 2016 y de 25% en 2017. Es decir, en términos reales, los subsidios económicos se desplomaron.
Sin embargo, el déficit fiscal siguió creciendo, así como el gasto público y la deuda… Y ahí llegamos a la pregunta de Nancy Pazos que nadie pudo responder: ¿si nos ahorramos plata reduciendo subsidios, por qué hay más endeudamiento que antes?
La respuesta es muy simple: si el resto del gasto público hubiese permanecido sin cambios, entonces la necesidad de endeudarse habría sido menor por la quita de subsidios. Sin embargo, el déficit fiscal, que en 2015 era de 6,3% del PBI, pasó a 6,1% en 2017. Casi lo mismo.
Lo que pasó es que, si bien el gobierno se ahorró una buena cantidad de pesos (y bien que lo hizo) por recortar los subsidios económicos, aumentó considerablemente el gasto en jubilaciones e intereses de la deuda.
Para ponerlo claro y tomando datos del Ministerio de Hacienda.
• En 2017, el gasto en subsidios económicos cayó 22,5% (o $ 65.500 millones).
• En 2017, el gasto en jubilaciones creció 40,9% (o $ 267.700 millones).
• En 2017, el gasto en intereses de la deuda, creció 71,3% (o 93.700 millones).
Es decir, que solo el monto adicional que se gastó para pagar intereses de la deuda se fue todo y más que lo que se ahorró en subsidios. Ahora esos intereses hay que pagarlos porque crece el endeudamiento, producto –a su vez- del enorme incremento del gasto en jubilaciones.
Para cerrar: la plata que el gobierno se ahorró por los subsidios fue a parar al llamado Gasto Social y a pagar intereses de la deuda pública.