Las últimas semanas han sido intensas en los mercados en el plano emocional. El referéndum británico llevó a los inversores a un estado de pánico inversor provocando una de las mayores caídas de las bolsas europeas de la historia. Posteriormente muchos entendieron que se había sobrereaccionado y los inversores se lanzaron al mercado de nuevo a comprar títulos que habían alcanzado precios de derribo. Pasamos del miedo vendedor a la avaricia compradora en tan solo unos días.
¿Qué podemos aprender de este periodo de enorme volatilidad? ¿De esta ida y vuelta emocional?
Algunos especialistas estadounidenses (Portfolio Chart) en comportamiento inversor nos hablan de las cuatro emociones que hemos vivido en los mercados tras el referéndum británico:
Enfado
Una de las reacciones inmediatas tras el resultado del referéndum británico y la consecuente caída de los mercados fue la de enfado. Los inversores se preguntaban: ¿Cómo pueden ser tan tontos? ¿No se dan cuenta que van a arruinarse?
Pero he aquí una cosa sobre la ira en la inversión – a menudo la gente más airada es la más miope. Si el éxito de su cartera depende de que las cosas transcurran exactamente como se predice, tal vez el problema no sean los mercados sino su exceso de confianza. Incluso si la elección del mercado es de hecho objetivamente pobre, asumir que sus decisiones de inversión no deben tener en cuenta esta posibilidad es un punto de ingenuidad.
¿Qué pueden aprender los inversores enojados del Brexit? Los mercados son impredecibles y pueden no comportarse de una manera que usted personalmente encuentre racional. Planifique en consecuencia. Tal vez eso signifique no poner todos los huevos en una misma cesto. Tómese el tiempo para anticipar los acontecimientos y elaborar planes de contingencia.
Negatividad
Tal vez la reacción más frecuente en los medios fue una profunda negatividad que se manifestó en ansiedad y miedo. En un ejemplo clásico de “información periodística manada”, la mañana del viernes todos los medios financieros parecían anunciar el apocalipsis tras el resultado del referéndum británico. Consecuencia: importantes caídas generalizadas en todas las bolsas mundiales.
Ahora bien, aquellos inversores invertidos en bonos del Tesoro estadounidense a largo plazo o en el oro, el viernes disfrutaron de su taza de café como cualquier otra mañana.
Lo que los inversores deben aprender de este estado de negatividad que inundó los mercados fue que quizás su tolerancia al riesgo no es tan alta como creían, y es posible que una cartera más equilibrada les venga mejor.
Felicidad
Otro gran número de inversores, tal vez como reacción opuesta a aquellos que mostraban una enorme negatividad, parecían sentirse felices con las fuertes caídas ante la posibilidad de comprar más barato. “Me encanta cuando los mercados se desploman porque así puedo comprar más”, se oía en los mercados.
Esta es una mejor actitud que la de la negatividad. Sin embargo, personalmente veo algunos inconvenientes con este entusiasmo.
En primer lugar, tomar más posiciones en los mercados cuando estos se desploman, aumenta considerablemente el riesgo medio de nuestras carteras y su volatilidad. Como hemos comprobado anteriormente, no es necesario tomar más riesgos para mejorar los rendimientos. La idea de que los que toman más riesgos siempre obtienen mejores rendimientos se basa en una suposición falsa.
En segundo lugar, el entusiasmo por la agitación del mercado con demasiada frecuencia alimenta los instintos de una operativa más activa. La felicidad que mostraban muchos inversores se debía a la esperanza de obtener importantes beneficios intentando alcanzar el suelo del mercado. Si bien esto se puede conseguir, expone a los inversores a un riesgo innecesario cuando se dan cuenta que el suelo no es tan fácil de predecir.
Y por último, la idea de que las caídas de las acciones son siempre buenas al poder acceder a las acciones a precios más baratos, puede ser cierto para jóvenes con empleos estables, horizontes de inversión de largo plazo, y sin necesidad inmediata de ese dinero. Sin embargo, los jubilados o los padres de universitarios con la necesidad de ese dinero pueden pensar de una manera muy diferente.
Apatía
¿Lo anterior significa que todas las emociones tienen sus desventajas? ¿Qué debemos aspirar a comportarnos en el mercado como robots? A pesar que eso suena bien, simplemente no es práctico. Los seres humanos son inherentemente seres emocionales, y hacer caso a las emociones es hacer caso omiso a los mecanismos de defensa naturales. La ira, el miedo, la felicidad existen por una razón, y por lo general es importante prestar atención a esos instintos.
En última instancia, la cuestión no es la emoción en sí, sino cómo reaccionar ante ella. Es normal y saludable temer a las grandes pérdidas o estar feliz cuando una inversión va en la dirección que preveía. Pero el inversor que está en sintonía con las lecciones que sus emociones le enseñan hoy y que de manera proactiva ajusta su cartera antes de tiempo para reducir al mínimo los cambios de humor en el futuro, será mucho mejor que uno que sólo reacciona a los mercados después de los hechos.
Algunos especialistas estadounidenses (Portfolio Chart) en comportamiento inversor nos hablan de las cuatro emociones que hemos vivido en los mercados tras el referéndum británico:
Enfado
Una de las reacciones inmediatas tras el resultado del referéndum británico y la consecuente caída de los mercados fue la de enfado. Los inversores se preguntaban: ¿Cómo pueden ser tan tontos? ¿No se dan cuenta que van a arruinarse?
Pero he aquí una cosa sobre la ira en la inversión – a menudo la gente más airada es la más miope. Si el éxito de su cartera depende de que las cosas transcurran exactamente como se predice, tal vez el problema no sean los mercados sino su exceso de confianza. Incluso si la elección del mercado es de hecho objetivamente pobre, asumir que sus decisiones de inversión no deben tener en cuenta esta posibilidad es un punto de ingenuidad.
¿Qué pueden aprender los inversores enojados del Brexit? Los mercados son impredecibles y pueden no comportarse de una manera que usted personalmente encuentre racional. Planifique en consecuencia. Tal vez eso signifique no poner todos los huevos en una misma cesto. Tómese el tiempo para anticipar los acontecimientos y elaborar planes de contingencia.
Negatividad
Tal vez la reacción más frecuente en los medios fue una profunda negatividad que se manifestó en ansiedad y miedo. En un ejemplo clásico de “información periodística manada”, la mañana del viernes todos los medios financieros parecían anunciar el apocalipsis tras el resultado del referéndum británico. Consecuencia: importantes caídas generalizadas en todas las bolsas mundiales.
Ahora bien, aquellos inversores invertidos en bonos del Tesoro estadounidense a largo plazo o en el oro, el viernes disfrutaron de su taza de café como cualquier otra mañana.
Lo que los inversores deben aprender de este estado de negatividad que inundó los mercados fue que quizás su tolerancia al riesgo no es tan alta como creían, y es posible que una cartera más equilibrada les venga mejor.
Felicidad
Otro gran número de inversores, tal vez como reacción opuesta a aquellos que mostraban una enorme negatividad, parecían sentirse felices con las fuertes caídas ante la posibilidad de comprar más barato. “Me encanta cuando los mercados se desploman porque así puedo comprar más”, se oía en los mercados.
Esta es una mejor actitud que la de la negatividad. Sin embargo, personalmente veo algunos inconvenientes con este entusiasmo.
En primer lugar, tomar más posiciones en los mercados cuando estos se desploman, aumenta considerablemente el riesgo medio de nuestras carteras y su volatilidad. Como hemos comprobado anteriormente, no es necesario tomar más riesgos para mejorar los rendimientos. La idea de que los que toman más riesgos siempre obtienen mejores rendimientos se basa en una suposición falsa.
En segundo lugar, el entusiasmo por la agitación del mercado con demasiada frecuencia alimenta los instintos de una operativa más activa. La felicidad que mostraban muchos inversores se debía a la esperanza de obtener importantes beneficios intentando alcanzar el suelo del mercado. Si bien esto se puede conseguir, expone a los inversores a un riesgo innecesario cuando se dan cuenta que el suelo no es tan fácil de predecir.
Y por último, la idea de que las caídas de las acciones son siempre buenas al poder acceder a las acciones a precios más baratos, puede ser cierto para jóvenes con empleos estables, horizontes de inversión de largo plazo, y sin necesidad inmediata de ese dinero. Sin embargo, los jubilados o los padres de universitarios con la necesidad de ese dinero pueden pensar de una manera muy diferente.
Apatía
¿Lo anterior significa que todas las emociones tienen sus desventajas? ¿Qué debemos aspirar a comportarnos en el mercado como robots? A pesar que eso suena bien, simplemente no es práctico. Los seres humanos son inherentemente seres emocionales, y hacer caso a las emociones es hacer caso omiso a los mecanismos de defensa naturales. La ira, el miedo, la felicidad existen por una razón, y por lo general es importante prestar atención a esos instintos.
En última instancia, la cuestión no es la emoción en sí, sino cómo reaccionar ante ella. Es normal y saludable temer a las grandes pérdidas o estar feliz cuando una inversión va en la dirección que preveía. Pero el inversor que está en sintonía con las lecciones que sus emociones le enseñan hoy y que de manera proactiva ajusta su cartera antes de tiempo para reducir al mínimo los cambios de humor en el futuro, será mucho mejor que uno que sólo reacciona a los mercados después de los hechos.