Lázaro Báez no
es un empresario, salvo que despojemos a esta palabra de todo lo que
tiene de positivo. Era hasta no hace tanto tiempo un modesto cajero
de una sucursal del Banco Nación en Río Gallegos. Hoy es dueño de
una constructora que ganaba todas las licitaciones en Santa Cruz,
posee infinitas hectáreas, importantes hoteles, se mueve en tres
aviones privados...
Nadie en su sano
juicio puede creer que un rayo súbitamente le transmitió al cajero
en 2003 todos los talentos y las oportunidades de un empresario. Báez
es una simple máscara de Néstor y Cristina Kirchner. Su socio
formal en algunas empresas, pero en verdad el hombre que usaron para
acumular una indebida fortuna, hecha de sobreprecios y de coimas.
Báez expresa de
la manera más torpe ese capitalismo de amigos que es el veneno del
capitalismo sano, tan necesario para crear riqueza auténtica y
mejorar la calidad de vida de la gente.
Es común en los
Estados Unidos que se hable con admiración del self
made man,
el hombre de modestos orígenes que a fuerza de trabajo y de ingenio
se transforma en un poderoso empresario. Un Andrew Carnegie, por
ejemplo, inmigrante escocés que trabaja desde niño en una empresa
de ferrocarriles y llega a ser un magnate del acero y un
extraordinario filántropo. Báez es su contracara: un día es un
oscuro cajero de un banco; al siguiente, tiene una empresa
constructora poderosa. Su condición es tan evidente que bien podría
ilustrar, cuando se escriba, el Manual del Testaferro.
El contraataque
kirchnerista ha sido, como resulta habitual, chapucero.
Imposibilitado de defenderse de los cargos de corrupción, intenta
demostrar que todos son corruptos. Como Mauricio Macri aparece
mencionado en los Panamá Papers como director de una sociedad
offshore,
Macri es igual a Báez; es decir, a Kirchner.
Pero la maniobra
se cae como un castillo de naipes.
Dicha
sociedad estaba a nombre de Franco Macri (no era, entonces,
“fantasma”); había sido declarada ante la AFIP; no tenía
activos, ni cuentas, ni movimientos; y Mauricio Macri solo figuraba
como director. Nada, en consecuencia, hay de ilegal. Quizás algunos
descubren ahora que el presidente argentino pertenece a una familia
de empresarios, que desde hace más de medio siglo descolla en la
construcción y otros sectores. Obnubilados, omitieron un detalle: el
9 de diciembre de 2015 Mauricio Macri no era un cajero de banco.
Baez merece, por
cierto, que se lo juzgue y condene por los delitos que haya cometido.
Pero sería una enorme injusticia que con él concluyera el
juzgamiento. Báez es Kirchner. Por algo la noche de su detención la
ex presidente permaneció hasta altas horas de la noche en la
gobernación de Santa Cruz.
Sería un error
ejercer la venganza; sería una enorme defraudación a la democracia
argentina no hacer justicia.