Macri vive la euforia post-Obama: el apoyo político a su plan de ajuste condiciona aun más a la oposición

Se viven horas de euforia en el gobierno macrista. Y por cierto que los funcionarios tienen motivos para sentirse así: la visita del presidente estadounidense Barack Obama tuvo todos los condimentos que se puede esperar de un viaje así.
Todas las sonrisas, abrazos y gestos afectuosos que habían faltado en la visita al PapaFrancisco en el Vaticano -y que dejaron una indisimulable sensación de frustración-, ahora con Obama estuvieron de sobra.

Para los estrategas políticos como Jaime Durán Barba, que ponen especial atención en la imagen y en las señales, nada podía haber salido mejor: Obama se mostró contento todo el tiempo, derrochó elogios, bailó tango y tomó mate.

Pero todos los políticos saben que el éxito de este tipo de cumbres presidenciales se mide en dos planos: uno es el externo, y está claro allí el buen resultado, porque los medios de todo el mundo reflejan cómo Obama señaló a la Argentina como un nuevo aliado estratégico y líder a escala regional.
Yes, cambiemos
Menos notorio, pero tal vez mucho más importante para Mauricio Macri es el plano de la política interna: es allí donde Obama le hizo uno de sus mayores favores, al trazar unaanalogía entre su propio inicio de gestión en 2009 y este arranque del período macrista. 

El mensaje fue el de un inequívoco respaldo a todas las políticas, así como el señalamiento de la "pesada herencia".

Como si el "Yes, we can", de la campaña de Obama tuviese siete años después su correlato en el "Cambiemos" de la última elección argentina.

"Usted emergió proponiendo grandes cambios y demostró que eran posibles, que con astucia, convicción, se podía desafiar el statu quo, y lo logró en su país y en el mundo", elogió Macri.

El argentino fue quien empezó el juego de las analogías, al hablar sobre cómo Obama había sido "una inspiración" para la toma de decisiones, y por sobre cómo era necesario primero superar las dificultades del ajuste inicial para recién un tiempo después empezar a ver los frutos del crecimiento económico.

¿Cuánto tiempo? Acaso el Presidente haya dado la pista en su elogio hacia la gestión Obama. Destacó que Estados Unidos lleva 72 meses consecutivos de crecimiento económico y creación de empleo. 

Es decir seis años, para un presidente que va por su mes 87 de mandato. Lo que significa que Obama, antes de ver resultados, tuvo que tomar medidas desagradables de ajuste durante 15 meses.
No tan diferente a lo que el macrismo supone será la evolución de su plan económico: hay una resignación en el sentido de que este año no se registrará crecimiento económico, y hasta es posible que haya recesión. Pero las fichas están puestas en el 2017, cuando según los planes de Alfonso Prat Gay habrá pasado la peor parte del reacomodamiento de precios relativos y ya los proyectos de inversión nuevos empezarán a demandar empleo.

No por casualidad, Macri mencionó el tema que, en este momento, es el mayor lastre de su gestión, cuando se publican informes privados que hablan de más de 100.000 pérdidas de puestos de trabajo desde el inicio de su gestión.
"Esperemos que la Argentina esté iniciando un proceso equivalente, que mes a mes creemos empleo", afirmó el Presidente en la conferencia de prensa.

La respuesta de Obama -siguiéndole el juego a su colega argentino con la analogía entre los dos presidentes que tras haber recibido una "pesada herencia", asumieron el costo político de corregir inconsistencias- es música para los oídos de los funcionarios macristas, justo cuando la polémica sobre shock o gradualismo se hace más intensa.

"Cuando llegué al poder tuve que adoptar medidas muy difíciles que no fueron acogidas con beneplácito", recordó el mandatario estadounidense.

"A veces el dolor a corto plazo y el tener que tomar acciones decisivas en una etapa temprana es lo más oportuno, en lugar de dejar las cosas para mañana y terminar con una serie de problemas que se perpetúan y no nos deja restaurar nunca la confianza necesaria", fue la otra frase que regaló a la gestión macrista.

Nada mejor para un equipo económico que ahora mismo sufre embates desde la derecha liberal -que lo acusa de ir demasiado lento y haberse quedado corto tanto con la devaluación como con el ajuste fiscal-, como desde la izquierda y el peronismo, que le recriminan el costo recesivo de sus reformas y la pérdida de empleo.
La oposición, condicionada
La conclusión política de la visita, ya con Obama en el avión de regreso, es que Macri queda fortalecido en el plano interno.

Su política de duro ajuste económico y de apertura al mundo no solamente cuenta con el visto bueno de la principal potencia económica, sino que hasta aparece como una condición sine qua non para que se terminen de concretar las ansiadas inversiones externas.

No por casualidad, la secretaria de comercio Penny Pritzker y la cámara de empresas estadounidenses dijeron que será en un contexto de "rebalanceo de las variables, mayor previsibilidad y nuevas reglas" que se realizarán los proyectos por casi u$s14.000 millones en cuatro años.

Traducido del lenguaje diplomático, eso significa que sin levantamiento del cepo cambiario, sin acuerdo con los "fondos buitre", sin desmantelamiento de las trabas a importaciones y exportaciones, sin reajuste tarifario y sin desregulación económica, ninguno de esos proyectos podría concretarse. 

El mensaje, en definitiva, implica un condicionamiento para la oposición, que ahora siente el peso de ejercer con responsabilidad su mayoría parlamentaria, bajo riesgo de aparecer ante la opinión pública local e internacional, como una fuerza que mediante el bloqueo legislativo está forzando el regreso del país al aislamiento.

En eso habrán pensado Sergio Massa, líder del Frente Renovador, el senador Miguel Pichetto, el diputado Diego Bossio y los 13 gobernadores peronistas invitados a la cena en honor de Obama, mientras, bajo los sones de "Por una cabeza", veían al mandatario estadounidense ensayar unos pasos de tango con la bailarina Mora Godoy.

Delante de Obama, Macri presentó a todos esos invitados de la oposición como parte de la nueva etapa argentina, a la cual calificó por una impronta fuertemente federal. Los gobernadores entendieron hace rato el mensaje: en la medida en que le vaya bien al gobierno nacional, habrá fondos también para las provincias. 

La misma sensación ya la había tenido Massa cuando acompañó a Macri al foro de Davos. En aquel momento, la picardía política del Presidente había sido ungirlo como jefe de la oposición pero, al mismo tiempo, presentarlo ante los dirigentes políticos y los empresarios de las grandes potencias como su "garante de la gobernabilidad".

De momento, el peronismo está dando señales de haber entendido que, a pesar de su abrumadora predominancia en las bancas del Congreso, cuenta con una limitación política para bloquear las reformas de Macri. Es algo que quedará confirmado el miércoles cuando el Senado deba aprobar el acuerdo con los "fondos buitre".

La visita de Obama, en definitiva, fue la confirmación final del cambio de clima que se palpa en la Argentina. Aun con las dificultades económicas y su correlato de inflación y aumento del desempleo, el ambiente político captó que esa misma retórica nacionalista y con terminología anti-imperialista propia de los años 70 que caracterizó a los años kirchneristas, súbitamente recobró su tinte anacrónico.

Ahí está, tal vez, otra de las mayores satisfacciones de Macri luego de su reunión cumbre. Para sentirse ganador, tiene que haber un perdedor. Y en ese caso, está claro quién perdió en términos políticos: aunque no se la haya mencionado en ningún discurso -o acaso por eso mismo- la contracara del Macri ganador es la derrota de Cristina Kirchner.

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