La OPEP, en guerra: claves para entender por qué el crudo puede caer a 20 dólares


A comienzos de diciembre, la OPEP cerró sin acuerdos una de sus reuniones más conflictivas de los últimos años. La disensión interna es el reflejo de una guerra de precios que ha inundado el mercado de petróleo, tumbando al Brent hasta niveles de 2004, desestabilizando las bolsas y poniendo en jaque la posición de dominio del cartel. Algunos expertos prevén que los precios caigan hasta los 20 dólares.


Desde máximos de 2015, el precio del barril de Brent se ha hundido cerca de un 60% hasta niveles de 2004, impulsando a las economías importadoras (España) a costa de las exportadoras (Brasil, Rusia). En este periodo, las grandes firmas de análisis han dado un giro radical a sus previsiones para 2020: si antes vaticinaban un barril muy por encima de los 100 dólares, hoy dudan que supere los 60 dólares durante el próximo lustro y algunas hasta vaticinan un regreso puntual a los 20 dólares. Este cambio se debe principalmente a la guerra de precios entre los principales productores mundiales, que ha inundado el mercado de petróleo y que está lejos de haber terminado.
Existen otras causas para explicar la caída del Brent, como la ralentización en China, la inversión en energías renovables o las perspectivas de que el consumo mundial toque techo a medio plazo. Sin embargo, la sobreproducción derivada de la guerra de precios es el principal lastre para el oro negro. Estas son las siete claves para entender el conflicto y su impacto económico.

La revolución del fracking

Tradicionalmente, el desarrollo tecnológico ha sido la principal defensa de la economía mundial frente al encarecimiento excesivo del crudo. Con el barril de Brent en el entorno de los 90-100 dólares, las petroleras vieron un negocio seguro en la explotación de los llamados hidrocarburos no convencionales, realizando inversiones que antes no resultaban rentables por los mayores costes de refino o extracción. Las grandes compañías centraron su atención en yacimientos como los de Vaca Muerta (Argentina) o en otros productos petrolíferos como las arenas de alquitrán de Canadá.
La inversión tecnológica derivó en el desarrollo de un nuevo tipo de técnica de extracción, el fracking, una técnica barata (aunque con posibles efectos secundarios muy preocupantes) que permitió a EEUU reducir drásticamente su dependencia energética (ver gráfico) y disparar sus exportaciones. Asimismo, la primera economía del mundo obtenía un nuevo arma política con el que presionar a países como Rusia o Venezuela. Pero Arabia Saudí, principal productor mundial de petróleo, no estaba dispuesto a tolerar la aparición de nuevos competidores energéticos, por lo que inició una brutal guerra de precios, incrementando su exportación en un millón de barriles diarios y presionando a la OPEP para no recortar la producción.
 
Producción y consumo energético en EEUU. Fuente: EIA

La competencia de Irán:

En plena guerra de precios entre la OPEP y EEUU, Irán anunció su decisión de volver a convertirse en uno de los principales productores del mundo, tras el levantamiento de los bloqueos y sanciones internacionales a los que se había visto sometido desde 2012, por el desarrollo de su programa nuclear. A los productores ricos de la OPEP se les abría así un segundo frente, ya que Irán representaba una amenaza aún mayor a largo plazo. El país podía elevar a corto plazo su producción diaria de los 2,8 millones de barriles diarios a los 3,6 millones. Pero algunos expertos no descartan que la producción vuelva a alcanzar los 6 millones alcanzados en la década de los 70, cuando el país contaba con financiación y tecnología occidental.
Firmas como Andbank creen que este escenario es perfectamente factible, ya que el país cuenta con las cuartas mayores reservas probadas del mundo, que son tan accesibles y fáciles de explotar como las de Arabia Saudí. De hecho, estos expertos prevén que “Irán elevará la producción mundial de crudo durante la segunda mitad de década en igual medida en la que el fracking de EEUU lo hizo durante la primera mitad”. Los productores más ricos de la OPEP se veían obligados así a tratar de contener la creciente producción de Irán y, en menor medida, de Iraq.

La cumbre de París:

El encarecimiento del crudo, hasta niveles de 90 dólares, también aceleró la inversión en energías renovables, en un momento en el que los Gobiernos comenzaban a tomar conciencia lentamente del cambio climático. Las energías alternativas aún no quitan el sueño a la OPEP, pero es innegable que a medio y largo plazo contribuirán a reducir la demanda mundial de crudo. De hecho, los analistas de Goldman Sachs vaticinan que el litio (principal componente de las baterías eléctricas) podría ser el principal sustituto del petróleo en las próximas décadas. En este escenario, unos bajos precios del petróleo desincentivan la inversión en renovables. Especialmente en el caso del litio, que también debe ser refinado y exige una elevada inversión en infraestructura.
 
Venta de coches eléctricos, por tipos. Fuente: Goldman Sachs.

El dominio de la OPEP corre peligro, como en 1986:

La creciente competencia amenaza con limitar el poder del cartel, que controla cerca del 40% de la producción mundial. De hecho, la mayoría de los economistas tienen bastante claro que el mercado ha pasado de una situación de cuasi-monopolio a un mercado abierto, con libre competencia. Esta no es la primera vez que sucede algo similar.
La historia reciente del mercado petrolífero se mueve por ciclos, alternando entre periodos de monopolio (1974-1985 y 2005-2014) y periodos de libre mercado (1986-2004). Cada vez que la OPEP pierde poder negociador, el West Texas se derrumba hasta el entorno de los 20 dólares. Ante la caída de la demanda y el exceso de oferta, algunos expertos no descartan que los precios fluctúen entre los 20 y los 50 dólares durante el próximo lustro.
 
El West Texas regresa a los 20 dólares entre fases de monopolio.

Un pulso condicionado por los socios débiles:

El pulso de Arabia Saudí y sus aliados del Golfo Pérsico se basa en su gran capacidad de aguante. Los bajos costes de extracción y sus enormes reservas (estimadas en torno a los 750.000 millones de dólares) les permiten soportar durante mayor tiempo un petróleo barato. En cambio, los proyectos más costosos, como la extracción de hidrocarburos no convencionales, deben suspenderse a la espera de que vuelvan a ser rentables. De este modo, cuando las inversiones caigan y los precios vuelvan a subir, se encontrarán en una situación de dominio.
Sin embargo, el pulso de la OPEP está condicionado por sus eslabones más débiles, países como Venezuela o Nigeria, que se están viendo empobrecidos por la guerra de precios. Y es que, mientras países como Venezuela necesitan que el West Texas supere los 100 dólares para alcanzar el equilibrio presupuestario, a Kuwait le basta con que se aproxime a los 50 dólares (ver gráfico). La incapacidad de los miembros más débiles de la OPEP por sostener la guerra de precios es, precisamente, el motivo por el que fue imposible alcanzar un acuerdo en la última reunión del cartel. Si la OPEP sigue ignorando las necesidades de sus miembros, se arriesga a sufrir un cisma, aunque esta posibilidad aún es bastante remota.
 

Guerra de desgaste:

Para los países importadores y la mayoría de las empresas, un petróleo barato es una bendición. A efectos prácticos, el crudo es una suerte de impuesto obligatorio para las compañías y los ciudadanos, por ello, el dinero que no se destina al pago de combustible y energía puede trasladarse al consumo o la inversión. Por ejemplo, un menor gasto en combustible incentiva el turismo, abarata la logística y supone un menor coste energético.
Para los países productores el escenario es muy diferente (DESCUBRE cuáles son los países más afectados por el desplome del crudo). Por ejemplo, el 90% de los ingresos presupuestarios de Qatar dependen de actividades vinculadas al sector energético. Por eso, no es de extrañar que Canadá haya registrado el segundo mayor déficit de su historia, que Arabia Saudí se plantee emitir bonos por primera vez desde 2007 y que países como Noruega estén echando mano de sus fondos soberanos y reservas de divisas extranjeras. La apuesta de Arabia Saudí consiste en arruinarse más despacio que sus competidores, aunque los principales perjudicados por estas medidas son los miembros más débiles de la OPEP.

Hundimiento de las inversiones:

El objetivo de la guerra de precios de la OPEP es obligar a sus rivales a recortar su producción y suspender sus inversiones. Diversos estudios publicados en los últimos años estimaban que, por debajo de 70 dólares por barril, a las petroleras no les resultaba rentable invertir en infraestructura. La explotación de los hidrocarburos no convencionales tampoco es especialmente asequible con el barril en torno a los 50 dólares.
Las petroleras ya han emprendido una avalancha de desinversiones en sus planes estratégicos para poder hacer frente al desplome de los precios. A lo largo de este año, solamente Total, Petrobras y Repsol han anunciado ventas de activos por un valor que, en conjunto, supera los 19.000 millones de euros. Algunas firmas creen que las empresas del sector deberán anunciar nuevas medidas si aspiran a pagar dividendo en los próximos 12 meses.

Aitor Atozqui / www.invertia.com