Discurso del Presidente de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), Claudio Cesario, durante el cóctel con que la institución agasajó a la prensa especializada.




LOS BANCOS DE ABA ESTÁN EN POSICIÓN DE PROMOVER LAS
INVERSIONES QUE EL PAÍS REQUIERE PARA SU DESARROLLO


Hola bienvenidos al cóctel con el que reconocemos a la prensa todos los años.

Encuentro que realizamos en una circunstancia muy especial del país, tenemos nuevo presidente y como nota de color podemos decir que los vecinos de capital solo votamos 6 veces en el año y que el país eligió gobernadores en 22 de sus 24 jurisdicciones, de los cuales únicamente 3 renovaron su cargo. Por eso señores, felicitémonos por la alternancia.

Alternancia que, a mi juicio, tuvo un importante valor agregado. La sociedad en su conjunto logró que en las PASO presidenciales casi todos los candidatos debatieran o mejor dicho expresaran sus posturas, lo mismo que en el balotaje presidencial.

En ABA, desde su inicio, apoyamos la iniciativa “Argentina Debate” porque consideramos que era necesario para seguir mejorando nuestra calidad institucional.

Entendemos y pretendemos que la experiencia quede institucionalizada como derecho adquirido y obligación de los dirigentes. Práctica que, como nuestra democracia, con el tiempo debe ir mejorando.

Respecto del sector, se mantiene sólido, sin descalces y con ganas de afrontar los desafíos futuros que naturalmente se darán por la expectativa positiva que genera todo nuevo gobierno, la implementación de nuevas tecnologías, la banca digital y el desarrollo de nuevos modelos de relacionamiento con los usuarios.

En los últimos años, como consecuencia del intervencionismo y las excesivas regulaciones del Banco Central ha visto deteriorado el negocio de clientes. Esto no es nuevo, recordarán que el año pasado señalé que el ROE del sistema real es decir deflactado por inflación era del 3%, el más bajo de los países de la región. Hoy el número es menor, el crecimiento a septiembre era igual a la inflación anual.

El sistema tiene hoy tasas mínimas de depósitos, tasas máximas de préstamos y topes para las comisiones de sus productos bancarios, impidiendo simplemente su desarrollo.

Este año, el Banco Central autorizó en promedio aumento de las comisiones del orden del 15%, cuando el incremento salarial paritario promedio cerrado en abril/mayo fue superior a 31%.

Como saben, la presión tributaria, ha llegado a tal punto que no admite margen para seguir aumentando sin afectar los ingresos y rentabilidad de todos los sectores económicos.

Este factor hace inviable cualquier intento de encarar el crecimiento sostenido de la economía.

El sistema financiero, eslabón clave en ese crecimiento, tiene a su vez una tasa tributaria efectiva real que se ubica entre 65 y 70%. Somos unos de los mayores contribuyentes impositivos.

Aún así somos muy optimistas. Esta visión no es antojadiza ni una expresión de deseos.

Los recursos del país están intactos y esperando que los pongamos en valor, para beneficio de todos. Como siempre digo, el sistema financiero no es una isla, para que le vaya bien requiere que le vaya bien a la economía y a la sociedad.

Sin dudas, los desafíos del nuevo gobierno son grandes y complejos, es preciso reacomodar los desajustes macro que heredan, para liberar las fuerzas que permitan la recuperación de la inversión, la generación de empleos nuevos y el desarrollo general y sostenido del país.

El ataque a la inflación, el sinceramiento del tipo de cambio, la eliminación de la brecha cambiaria, la corrección del desajuste fiscal son cuestiones que demandan una atención prioritaria.

Esta posición compartida en las formas por la comunidad empresaria en general, requiere de estos actores templanza para pensar y trabajar para el mediano y largo plazo y no como históricamente ha sucedido privilegiar lo sectorial y el corto plazo.

Es más, vengo de Estados Unidos, donde participé de la Asamblea Anual de la Federación Latinoamericana de Bancos (FELABAN) y a diferencia de años pasados donde nulo o poco interés despertaba Argentina y nos hacía sentir envidia de cómo en estos foros se perseguía a los brasileños, peruanos y colombianos hoy somos buscados y bien recibidos por los organismos multilaterales de crédito y bancos para reactivar y desarrollar contactos y negocios con la Argentina.

El próximo año para esta fecha ya se habrá realizado en Buenos Aires la Asamblea Anual que estamos organizando y que esperamos sea un éxito.
Los bancos de ABA tienen una posición de privilegio como embajadores del país en el exterior para promover e intentar conseguir las inversiones de capital que el país requiere para su desarrollo.
Permítanme ahora algunas reflexiones finales. Hace un año en esta misma situación les decía que “debíamos trabajar en recuperar la confianza interna y externa necesarias que permitan recrear las condiciones para seguir creciendo.”

Por eso tanto ABA, como otras organizaciones empresarias, trabajamos todo el año para intentar mejorar la institucionalidad, la seguridad jurídica y la estabilidad económica para asegurar un futuro mejor.

Estamos más cerca de recuperar la confianza. Pero todos debemos seguir trabajando ya que será difícil lograrlo cuando a diciembre de 2014, Argentina ocupa el puesto 107 sobre 175 países, en el índice de percepción de corrupción elaborado por Transparencia Internacional. Habiendo empeorado cinco posiciones respecto a 2012. Entre otros, nos superan Bolivia, México, Moldavia y Nigeria. En la región, solo calificamos mejor que Ecuador, Paraguay y Venezuela.

El índice de percepción de corrupción es el indicador de corrupción más usado en el mundo, comprende actividades ilícitas que se ocultan deliberadamente y solo se conocen a través de escándalos, investigaciones o juicios.

Muestra además la efectividad con que los fiscales, la justicia y los periodistas o los medios de comunicación, investigan y exponen hechos de corrupción y finalmente se los sanciona.

Además del dialogo y consensos necesarios para direccionar positivamente las energías y los recursos del país debemos trabajar para que prevalezca el respeto a la Constitución, a la ley y a los contratos, por sobre las arbitrariedades.

Pensemos por un momento qué bien estaría nuestra sociedad si metódicamente todos los años nos propusiéramos ascender posiciones en el índice antes mencionado.

Seguramente estaríamos en un país en el que valga la pena vivir, próspero y sin exclusiones. Un país en el que todos los sectores tengan vocación de ser cada vez más grandes.

Parece que el esfuerzo vale la pena.