Occidente
y Oriente están sin duda alguna en rumbo de colisión, y de no dar un
golde de timón pronto, el resultado puede ser fatal. Cada día son más
las voces que entienden la gravedad de la escalada verbal y de sanciones
que está ocurriendo entre la alianza EE.UU.- Europa por un lado, y
Rusia por el otro. Es el destacado caso de Gabor Steingart, editor del
principal periódico financiero de Alemania, Handelsblatt.
Steingart publicó el viernes pasado un
artículo de lectura obligada, titulado “The West on the wrong path”
(Occidente en el camino equivocado). El texto –que con toda intención
cuenta con versiones en alemán, inglés y ruso, rompe con la inercia de
los medios alemanes y occidentales en los que la “mala” de la película
es la Rusia de Vladimir Putin, y donde se clama por acciones más
“contundentes” contra ellos. El autor acusa que “Incluso los titulares
demuestran una tensión agresiva usualmente característica de los
hooligans cuando ‘apoyan’ a sus respectivos equipos”. Cita por ejemplo
al Tagesspiegel: “¡Basta de hablar!”; al FAZ: “Muestren fuerza”; al
Süddeutsche Zeitung: “Ahora o nunca” y al Spiegel “Fin a la cobardía”,
todos apoyando un endurecimiento del trato político alemán contra Moscú.
Asimismo, Steingart señala que esto se
debe a lo que llama la “fiebre de la guerra”, de la que ni siquiera
mentes inteligentes escapan, como la de Max Weber, a quien cita con una
frase de 1914: “Esta guerra en toda su atrocidad sigue siendo una cosa
grande y maravillosa. Es una experiencia que vale la pena tener”.
En este sentido, también se cuestiona si
todo comenzó con la invasión rusa a la península de Crimea o bien con
la desestabilización –patrocinada por Occidente– del gobierno ucraniano
pro-ruso. Del mismo modo, se pregunta si Rusia fue la que quiso
expandirse hacia el Oeste o la OTAN hacia el Este, o si solo fue una
coincidencia que dos potencias con intenciones similares se encontraran
en un tercer país, Ucrania, que pagará las consecuencias.
El editor alemán explica que la
agresividad del tono americano debe entenderse en el contexto
preelectoral. De esta manera, cuando Hillary Clinton compara a Putin con
Hitler, lo hace para atraer simpatías hacia el partido Demócrata, claro
está, con el fin de volver a ganar la presidencia.
Por ello, hace un llamado al gobierno
alemán para que deje de seguir a Obama, pues junto con Putin, dice, van
hacia un “callejón sin salida”. Criticó la bélica tendencia americana y
recordó que “La última importante acción militar de éxito para los
EE.UU. fue la del desembarco de Normandía. Todas las demás –Corea,
Vietnam, Irak y Afganistán fueron una clara falla.”
Steingart concluye afirmando que
Alemania debe entender la situación conforme a su contexto actual, en el
que no se debe comportarse “como si las violaciones a la ley
internacional hubiesen comenzado con los eventos en Crimea”. Recuerda
que en los últimos 100 años los alemanes le han declarado la guerra en
dos ocasiones a Rusia, por lo que a pesar de la indignación contra
Putin, asegura, esta debe venir con cierto rubor de vergüenza. En suma,
se debe evitar repetir la historia.
Es innegable que la visión de este
editor es importante en el tenso ambiente actual, y más por ser de los
muy pocos que parecen entienden el problema de fondo. Lo que es peor,
Alemania y los medios que azuzan a las autoridades de su país no parecen
darse cuenta que sólo están siendo utilizados como una herramienta
americana para lograr los fines que interesan a Washington. Esto es, en
el más pacífico y optimista de los casos: aislar a Rusia e imponer en
toda Ucrania una sumisa autoridad que los incorpore a la OTAN y permita
instalar misiles en su territorio. En el peor, propiciar una nueva
guerra mundial.
Por supuesto, Putin no quiere misiles tan cerca como en su momento Washington tampoco quiso tener los soviéticos en Cuba.
Alemania como país líder en Europa, debe
entender que más puede ganar independizándose de la desastrosa política
exterior estadounidense que actuando como su lacaya. En vez de
ningunear a Rusia deberían dialogar con ella, pero las sanciones no
ayudan. Después de todo aunque los americanos digan a los alemanes que
son sus amigos y aliados, solo estos últimos los tratan como tales. En
cambio, los primeros no han dejado de espiar a altos funcionarios
germanos –incluida la propia canciller Merkel, y también se niegan de
manera sistemática a devolverles las reservas de oro que se supone, les
“guardan” en la Reserva Federal de Nueva York. Ese es el nivel de
“amistad” que ofrece Obama.
Es evidente que Washington y los poderes
que desde atrás los mueven tienen interés en incitar a una Gran Guerra.
Justo por eso desde el campo de las ideas debemos insistir con fuerza
en la necesidad de actuar con inteligencia, y de buscar evitar a como dé
lugar una conflagración que sin duda sería catastrófica. Por eso aquí
apoyamos la postura de Steingart. Un tercer conflicto mundial es algo
que incumbe a cada habitante del planeta, y como tales, no lo debemos
permitir.