Finalmente
se produjo la declaración indagatoria de Amado Boudou. Ese acto
procesal fue precedido de las actitudes más contradictorias e
insólitas del vicepresidente. Este, desde que fue notificado de la
citación a declarar, sostuvo primero que era lo que él había
pedido y esperaba, porque le permitiría por fin demostrar su
inocencia, a cuyos efectos pidió el adelantamiento de la
declaración, para luego solicitar la nulidad de la indagatoria.
Todo
ello, además, salpicado por constantes referencias peyorativas hacia
el juez, tanto en declaraciones verbales en programas oficialistas
como en twits tan extraños que uno se pregunta si realmente
corresponden al vicepresidente de la Nación.
Para
peor, tuvo el escaso tino de borrar posteriormente algunos de esos
twits, lo que no hizo más que poner el foco público en ellos.
Borrar twits, para que no lleguen a conocimiento de quienes hasta ese
momento los leyeron, puede ser hecho por personas particulares
con pocos seguidores, pero en el caso de un funcionario de la
envergadura de Boudou - y justo en esta oportunidad - no hace más
que lograr que el tiro salga por la culata.
Otro
de los aspectos insostenibles de la conducta de Boudou es su
afirmación de que no se le ha permitido hasta ahora decir la verdad,
que hay todo un entramado judicial y mediático destinado a acallarlo
y a ocultar la realidad.
Lo
cierto es que este caso ya lleva mucho tiempo y que él no se
prestó más que a entrevistas complacientes en medios oficialistas,
en las que no aportó ninguna precisión y solo se refugió en el
expediente - cada vez más burdo - de una enorme conspiración
orquestada por Héctor Magnetto y sus "esbirros".
La
frutilla del postre fue su pretensión de filmar la audiencia y
transmitirla por televisión. El juez denegó correctamente ese
pedido, sin más fundamento que la cita del artículo pertinente
del Código Procesal, que establece que en la indagatoria solo pueden
estar presentes el juez, el fiscal, el imputado y los abogados
defensores de este.
La
indagatoria es parte de una primera etapa del proceso penal, que es
la instrucción, es decir, la recolección de pruebas, y la reserva
pude ser importante para que no se frustren algunas evidencias. Es
recién en la etapa del juicio oral cuando hay efectivamente debate y
las audiencias son públicas.
Pese
al rechazo de ese planteo, Boudou insistió y llegó a la audiencia
con cámaras y taquígrafos del Senado, que no pudieron ingresar. Una
vez más, además del disparate de esa pretensión, Boudou quería
usar fondos públicos con destino a una situación absolutamente
personal.
También
quiso montar un show mediático. Ya al salir de su lujosa residencia
en Puerto Madero se bajó del auto para ofrecer un breve monólogo. A
su llegada a Comodoro Py lo esperaban algunos militantes de La
Cámpora, a los que saludó en su ingreso a ese edificio judicial
como si fuera una estrella que llega a un gran teatro para una
función de gala.
Pero
esos militantes, llevados por algunos micros, se fueron yendo
bastante rápidamente. Cuando, hacia la noche, Boudou salió del
juzgado, ya no quedaba ninguno.
En
el inicio de la audiencia, el vicepresidente quiso formularle algunas
preguntas al juez. El doctor Ariel Lijo debió recordarle que
ese encuentro no correspondía a un diálogo, sino que Boudou
prestaba declaración indagatoria en calidad de imputado de cometer
delitos. El sentido de su admonición fue claro: "Yo pregunto,
usted contesta".
En
su declaración, Boudou no se alejó de los carriles vagos y
genéricos por los que habían transitado sus comentarios públicos.
Negó, entre otras cosas, conocer a Alejandro Vanderbroele, el
presidente de The Old Fund, que curiosamente le paga las expensas de
uno de sus departamentos.
También
intentó desviar el foco hacia el empresario Raúl Moneta,
quien había declarado que puso el dinero para el salvataje de
Ciccone. Moneta está también citado a indagatoria, pero por su
estado de salud le es imposible declarar.
También
mencionó que debe investigarse a otros empresarios, sin dar
referencias concretas.
Finalmente,
sostuvo que todo había sido una maquinación de la familia Ciccone
para seguir sacándole plata al Estado.
Otras
indagatorias seguirán tomándose en los días venideros. Finalmente,
el juez deberá determinar si procesa a los imputados, los sobresee o
dicta la falta de mérito (que implica que a su juicio no hay aun
pruebas suficientes).
Es
muy improbable que un juez cite a prestar declaración indagatoria a
una persona sin tener la convicción de que debe ser procesada. Si
esa persona es el vicepresidente de la Nación, podemos afirmar que
esa convicción es casi una certeza. Nunca en nuestra historia
un vicepresidente había sido indagado.
Pero
la Argentina es muy especial y nada puede pronosticarse con absoluta
seguridad. Lo único cierto es que nuestro país vuelve a estar en
las tapas de los diarios de todo el mundo, y una vez más por las
malas razones.