Los impuestos a las transacciones financieras han logrado resultados razonablemente buenos como método de aumentar la recaudación pero su aplicación incentiva la informalidad y la desintermediación lo que provoca un aumento de las operaciones en efectivo y de los spreads de tasas de interés (préstamos frente a depósitos), concluye un informe de BBVA Research.
Una segunda razón es para evitar la evasión fiscal. En países con un alto nivel de informalidad, un impuesto sobre las transacciones financieras sirve para controlar si los ingresos y gastos declarados corresponden a las cantidades reales involucradas en las operaciones. Además, dependiendo de la naturaleza del impuesto, ayuda también a evitar actividades ilegales relacionadas, como el lavado de dinero.
Por último, el manejo de los fondos recaudados ha planteado una serie de dudas. A pesar de que en algunos casos los impuestos fueron diseñados para reunir recursos para hacer frente a problemas específicos, siempre existe el incentivo de reasignar estos recursos adicionales a otras áreas. Esto sucedió en Brasil, donde si bien los ingresos estaban destinados (por ley) a ser gastados únicamente en programas de salud, seguridad social y pobreza, aproximadamente el 18% de los fondos se utilizó para otros fines.
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El observatorio económico de dicha entidad analiza el impacto que han tenido estos impuestos e insta a aquellos que están considerando la adopción del mismo (Comisión Europea) a definir cuál es su propósito: ¿Recaudación o regulación? Si es este último, aconsejan a buscar mejores alternativas que no impliquen una mayor carga financiera para los agentes económicos.
Dicho estudio también concluye que aumenta la estructura de costos de las empresas “que trabajan en el sector formal”.
Hay tres tipos principales de impuestos a las transacciones financieras que se han aplicado en el mundo:
1) los impuestos sobre las operaciones bancarias, es decir, los impuestos que se aplican a los movimientos de cuentas de débito y / o cuentas de crédito.
2) los impuestos sobre las transacciones de divisas, como el impuesto Tobin, que se aplica a las conversiones spot de divisas .
3) impuestos sobre la transacción de valores.
La primera categoría se clasifica también como un impuesto bancario, mientras que los otros se denominan también como impuestos no bancarios.
En América Latina hay una larga historia de impuestos a las transacciones financieras, sobre todo de impuestos bancarios: Argentina, Brasil, Colombia, Perú y Venezuela tienen o han tenido impuestos sobre casi todas las transacciones realizadas a través del sistema bancario. Chile grava algunas transacciones de crédito y México, con un impuesto sobre los depósitos en efectivo. Todos son impuestos sobre transacciones bancarias, lo que los hace intrínsecamente diferentes a la propuesta de la UE, donde se analiza un impuesto no bancario.
Sin embargo, BBVA cree que algunas de las lecciones aprendidas en América Latina podrían servir como guía para las autoridades económicas en Europa. La razón fundamental para su aplicación ha sido aumentar los ingresos públicos, especialmente en períodos en los que el déficit fiscal ha alcanzado niveles preocupantes.
Estos impuestos tienen los beneficios adicionales de bajos costos de recaudación (no sólo para el Gobierno sino también para las instituciones financieras que, en la mayoría de los casos, actúan como agentes de retención.
Por otra parte, han surgido varios efectos negativos. El más importante es que han aumentado los niveles de uso del efectivo, informalidad y desintermediación. La razón es simple: se aumenta el coste de la realización de transacciones financieras formales.
Algunos países han visto un aumento en spreads de tasa de interés (préstamos frente a depósitos) como una manera de cubrir los mayores costos involucrados.
El aumento del costo en las empresas genera un efecto de cascada, especialmente en los casos en que el impuesto se aplica a la mayoría de las operaciones ejecutadas dentro del sector financiero. Como consecuencia, también tiene un efecto perjudicial sobre la externalización.