Hemos iniciado un
diciembre que será, sin dudas, intenso.
Y finalmente llegó el día 7, el mítico 7D, que el gobierno ha colocado como un mojón en nuestra historia. Tanta expectativa ha generado que, o bien toma medidas muy drásticas, que
profundizarían el malestar de vastos sectores de la ciudadanía, o se queda a mitad
de camino, con el riesgo - para su propio interés - de
ser percibido como débil.
El gobierno había maliciosamente interpretado que ese día -a
la medianoche, aclaró Martín Sabatella- vence el plazo de la
"desinversión" ordenada por el artículo 161 de la ley de medios para
aquellas empresas que tengan más licencias por áreas que las permitidas
por esa norma. Es decir, que hasta ese día tales empresas - el plural es
mentiroso porque sólo les importa el Grupo Clarín - debían presentar un
"plan de adecuación.
A mi juicio y el de todos los juristas serios que han
opinado al respecto, ese día, salvo que fuera prorrogada, lo que finalmente
ocurrió, sólo vencía la medida cautelar que favorece al Grupo Clarín, con lo
cual se iniciaría el plazo de un año de la ley de medios para la desinversión.
Pero, felizmente, todo esto ya entró en el pasado, porque
como los frágiles castillos de naipes,
así se derrumbaron, por lo menos en esta instancia, los sueños totalitarios de
querer controlar y domesticar todo.
Pese a todas las presiones que debió soportar el Poder
Judicial, la Cámara Civil
y Comercial prorrogó la medida cautelar
que suspende la aplicación del artículo 161 de la Ley de Medios, el que consagra
la llamada claúsula de desinversión, hasta que haya sentencia definitiva. Al
mismo tiempo, rechazó la recusación de los camaristas impulsada por el Gobierno
Los jueces firmantes del fallo, María Susana Najurieta y
Francisco de las Carreras que dictaron esa resolución merecen el reconocimiento
público, no sólo porque obraron conforme a derecho, sino porque lo hicieron con
singular coraje y con un hondo sentido institucional.
Según la sentencia la medida estará vigente hasta que se
resuelva definitivamente la causa en la que el Grupo Clarín plantea la
inconstitucionalidad de la ley. Ya no habrá, entonces, posibilidad alguna de
agregar nuevas siglas alfanuméricas al calendario de la liturgia kirchnerista.
La arremetida del gobierno nacional contra la independencia
de los jueces se había intensificado en
los últimos días, a medida que se acercaba el épico 7D, y se ejercía de un modo
desembozado, sin siquiera guardar las formas más elementales. En ese marco, la
recusación a toda la
Cámara Federal Civil y Comercial y las declaraciones del
ministro Julio Alak de franca amenaza a los magistrados que pudieran dictar
fallos que obstruyan la epopeya imaginaria que tendría lugar este fin de
semana, son la frutilla del postre de maniobras de todo tipo que ha venido
ensayando el oficialismo para colonizar definitivamente al Poder
Judicial.
Hablar de “alzamiento” si no se falla como el kirchnerismo pretende,
tal como lo señaló Alak o que “la
corporación judicial prepara un golpe institucional para romper la continuidad
de la democracia en la
Argentina ”, como se pronunció el obsecuente diputado
oficialista Carlos Kunkel es lisa y llanamente atentar contra el orden
constitucional o, quizás, estar generando el campo propicio para el autogolpe o
golpe desde el Estado que permita coronar el sueño de Cristina Eterna, tan
largamente acariciado por la corte de esbirros y adulones del poder.
No pasarán, porque hay una ciudadanía hastiada de la
mentira, la prepotencia y el autoritarismo, que volverá a manifestarse cada vez
que sea necesario. En tal sentido, el fallo de la Cámara Federal
Civil y Comercial es también una contribución a la paz social. La justicia
independiente tiene el pleno respaldo de la sociedad.
La presidenta de la Nación es la responsable de llevar al país a
extremos de tensión cuyo desenlace es incierto. La Argentina ha jugado con
fuego muchas veces. Esperemos que la sensatez prime, se acate la resolución
judicial y no aparezca algún trasnochado que se le ocurra recurrir a las vías
de hecho porque el fallo no ha satisfecho sus caprichos.
La nube tóxica que ayer envolvió a Buenos Aires parece una
ominosa metáfora del clima enrarecido al que nos han llevado quienes se
resisten a vivir en una República.