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AFIP, ¡es la evasión, no el dólar!
Por Daniel Sticco
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Me explico. Las marchas y contramarchas –más lo primero que lo segundo– en la desesperada política intervencionista del mercado de cambios y en el avance contra la privacidad de las personas respecto del destino que les da a los recursos que gana dentro de la ley u obtiene a través del crédito, el organismo recaudador sigue gastando energía en trabar las autorizaciones a la compra de dólares por parte del pequeño público, en lugar de avanzar en serio en el cierre de los canales de evasión.
Mes tras mes vemos cómo la recaudación de impuestos se desmorona en comparación con el ritmo de la inflación y las transferencias a las provincias se licuan. No todo parece atribuible a una vertiginosa desaceleración del ritmo de actividad, también se debe al crecimiento de la evasión, acicateado por el aumento de la presión tributaria y la percepción de cierto relajamiento en la lucha contra ese delito.
A veces aparecen megaoperativos en lejanas explotaciones rurales, donde aún inexplicablemente existen casos aislados de explotación infrahumana, aunque se cuenten por decenas.
¿Pero cuánto hace que no se publicitan acciones concretas y de envergadura de éxito en la política contra la economía negra y contra los casos sonados de enriquecimiento ilícito, que constituye la principal discriminación respecto de quienes pagan todos los impuestos?
Mucho esfuerzo para varios vivos
La mayoría de los contribuyentes sufren un aumento de la presión tributaria minuto a minuto, al empecinarse la AFIP y los legisladores del oficialismo en no regular la actualización automática de las bases no imponibles de Ganancias, como de las escalas de los monotributistas, por el ritmo de la inflación.
Un estudio de IARAF calculó que no sólo se trabaja más de medio año para cumplir con el pago de todos los impuestos, sino que año tras año se va extendiendo ese período hasta llegar a extremos en los que los aumentos de salarios provocan la caída del ingreso neto de bolsillo, cuando empiezan a ser alcanzados por la tributación de Ganancias y la pérdida del derecho a percibir asignaciones familiares.
El invento del cepo cambiario en cabeza de la AFIP invadió deberes que le corresponderían a un Banco Central que hace tiempo que abandonó el objetivo fundacional de preservar el valor de la moneda, ahora avalado por ley.
Pero además, esa nueva tarea explica la pérdida de recursos humanos y tecnológicos del organismo que debieron ser desplazados a otros fines, en lugar de avanzar hacia un sistema tributario más equitativo y eficiente, en el que se cobre los impuestos a quien realmente evade y se los reduzca al que está en regla.
Como contribuyente pleno sobre cada centavo de los ingresos que percibo como periodista y profesional, estoy a favor de la formalidad, pero ley pareja, ley rigurosa. Es decir, que paguen todos, y no sólo dos tercios, para luego subsidiar a varios de los que se mueven en la informalidad por muchos pesos.
Como ciudadano repudio todos los actos que atenten contra la libertad de las personas: contra la libertad para salir del país, por tener que pedir permiso para comprar un dólar o un uruguayo; contra la libertad de comerciar con el resto del mundo, porque no sólo hay que pedir permiso para importar, sino también para exportar con plazos de cobro extremadamente cortos que no se corresponden con la usanza internacional; y contra la libertad para decidir el mejor activo que estime como refugio de valor, al renunciar el Banco Central a proteger el valor de la moneda y avalar tasas de inflación de más de 23% al año.
Volver a las fuentes
El mejor cepo contra el dólar no son los controles excesivos, al extremo de resultar prohibitivos, sino la vuelta a criterios de eficiencia y equidad en el manejo de la cosa pública, tanto del lado de quien debe recaudar, como también de quien debe asignar el gasto de acuerdo con lo aprobado por el Congreso, para que no sea generador de inflación.
Caer en contabilidades creativas y en cepos cambiarios y administraciones de precios, y también fijar topes a los ajustes de los salarios efectivos, lleva más temprano que tarde a prácticas crecientes de evasión que perjudican a la economía toda, desalentando la inversión y el empleo en blanco, tal como comienzan a reflejar los datos oficiales de este segundo trimestre.
Peor aún, se ha llegado al punto de institucionalizar la ocupación en negro, ya que el Indec informa cada mes el resultado del sondeo de cómo varían los salarios en el sector informal, y trimestralmente publica, también con dos decimales, la proporción de asalariados no registrados en cada uno de los grandes aglomerados del país.
Aún hay tiempo de volver a las fuentes. Esto es: restablecer las libertades, cambiar las prohibiciones por regulaciones a tono con las prácticas más recomendadas en las naciones democráticas y republicanas y recuperar en forma genuina los superávits gemelos: del sector público y del comercio exterior.
El resultado será, sin duda, ampliamente superador del momento actual para todos y todas.
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